VECINA NON GRATA
“Hay que entender que se produce un quiebre en el Cementerio de Chillán causado por el terremoto de 1939, por lo que no hay registro de los dueños de las sepulturas anteriores a eso. Por lo demás, quedan pocos mausoleos anteriores a esa época”, nos explica el director del Cementerio Municipal, Gustavo Martin, quien aclara que el bloque de nichos conocido como “los terremoteados del 39” fue demolido y los difuntos trasladados a otros sectores dentro del mismo recinto. “Nunca hubo un pensamiento patrimonial para preservar el cementerio”, acota el funcionario.


Uno de los pocos panteones que resistió al fuerte sismo pertenece a una conocida madama del siglo pasado. Llamativo y a lo grande, como posiblemente fue la vida de su propietaria, es el aspecto del mausoleo que tiene inscrito el nombre de “Sabina Navarrete 1912”, aunque murió veinticinco años más tarde. Se trata de la conocida Tía Sabina Navarrete, dueña de la casa de remolienda más elegante de Chillán en aquel entonces. Quizá su mausoleo se inspiró en su mítico palacete ubicado en calle Purén con Arauco, sitio donde hoy se emplaza el Servicio de Salud.

A través de la reja de fierro forjado podía verse en el suelo una virgen quebrada, lápidas partidas y plumas de palomas. Ahora permanece tapiado. En resumen, su tumba es como un burdel a la mañana siguiente de la juerga, pero una mañana que se quedó suspendida en el tiempo.
Es de imaginar el escándalo que se habrá generado en 1912 cuando la connotada regenta, la misma que llevaba en calesita a sus “niñas” para exhibirlas en las quintas de recreo de Chillán Viejo, decidiera construir un mausoleo con mármoles rojos y cúpula justo entre los panteones de las familias más ilustres de la ciudad. A diferencia de los demás, ella puso en el frontis su nombre, apellido e iniciales SN forjadas, para desafiar sin remordimiento a sus ricos vecinos del patio número 1, que la repudiaban tanto por su licenciosa vida como por haberse enamorado de un hombre veinticinco años menor.


La testigo más cercana de esta historia novelesca es una mujer de noventa años quien, por medio de su hija María, nos revela algunos pasajes de la vida de esta empresaria del placer. María nos relata que su madre y su abuela llegaron del campo en la década de 1920 a servir como asesora del hogar, la abuela, mientras que su madre, por aquel entonces una niña, solo iba de visita a la residencia ubicada en Arauco con Maipón. Recuerda que en esa época, Sabina vivía con un francés, hijo de un relojero avecindado en la ciudad, que se había emparejado con ella cuando él solo tenía 14 años. Sabina, casi 40. La decisión del joven inmigrante provocó la indignación y el quiebre definitivo con su familia y, dadas las circunstancias, la mujer se convirtió en su madre adoptiva y amante.
A partir de ese momento, la mujer se alejó de sus quehaceres en el burdel y se dedicó a la filantropía. “Era muy humanitaria y ayudaba mucho a las iglesias. La gente la quería mucho, pero también le tenían mucha envidia”, dice María trasvasijando lo que su madre le contó.
La exmadama y el francés estuvieron emparejados durante casi veinte años, sin haber contraído matrimonio, hasta que un cancer de estómago interrumpió el idilio. Sabina Navarrete Pasarina murió el 17 de noviembre de 1937. En el sepulcro le hacen compañía su padre Juan, fallecido en 1905 (probablemente trasladado desde el Cementerio Parroquial) y María, la madre muerta en 1914.
Pero la historia no termina ahí. El viudo francés mantuvo el luto durante una década y luego contrajo matrimonio con la nonagenaria que nos relata esta historia en voz de su hija María, quien no tiene parentesco con el francés. De la unión solo nació un descendiente. Siete años después de la boda el hombre murió, pero no fue sepultado junto a Sabina.
Hoy en día en este mausoleo no queda ni el fantasma de una flor, tampoco alguien que repare las fisuras de sus muros. El tiempo seguirá haciendo lo suyo, sin que un alma piadosa reviva el recuerdo de esta mujer de origen humilde, oriunda de Mulchén, que comenzó como modista del Ejército y terminó convertida en la más célebre madama de Chillán.
Fuente. Este reportaje fue escrito por las periodistas Úrsula Villavicencio y Marcia Castellano, para revista Vitrina Urbana, publicada en versión papel el 14 de junio de 2014, en Chillán, Chile.
