La realizadora Gillian Marsh nos ofrece un relato cercano y empático sobre la profesión de director de funeraria, en este caso siguiendo los pasos de David McGowan, en Sligo, Irlanda, quien se convirtió en un experto en el negocio convencido de que los difuntos y sus familias necesitaban una atención esmerada. Fue casi por el destino que terminó capacitándose en Chicago, ya que en el pueblo donde vivía no había opción de aprender el oficio.
La forma en que se refiere a sus clientes es elocuente, como los toca para maquillarlos, lavarlos y embalsamarlos, con el cuidado que se acaricia una flor marchita para evitar que se desprendan sus últimos pétalos. Su conocimiento es un tesoro: devolver la vida, aunque sea una ilusión que termine cuando acabe la ceremonia de despedida.
The Funeral Director (Irlanda, 2020), documental de un solo capítulo disponible en la plataforma Netflix, no es un retrato a la amargura. Es exactamente lo opuesto, una oda a la vida y al insoldable misterio de la muerte.
